El helicóptero “apache” de las fuerzas de ocupación de los Estados Unidos volaba en círculos ametrallando y lanzando cohetes a una posición de la resistencia Iraquí en Bagdad.
El piloto del helicóptero advirtió, cuando sonó la alarma, que un cohete había sido disparado con un “GPR” desde una azotea, movió el bastón de mando tardíamente, el cohete impacto el rotor de cola haciendo que perdiera el control y se precipitara en orbitas sobre su propio eje a la tierra.
¡MAY DAY!, ¡MAY DAY!, fue lo último que se escuchó desde el aparato.
Un amasijo de hierros retorcidos y cuerpos sin vida quedaron en silencio.
Inmediatamente un grupo de combatientes se aproximó al humeante orgullo de la tecnología de las fuerzas especiales Rangers.
Todos los tripulantes y personal de apoyo estaban muertos, en menos de 5 minutos fueron sustraídos las ametralladoras, munición y equipo militar del marchito helicóptero.
Un joven de aproximadamente 17 años tomó un fusil de francotirador en perfecto estado y una caja de munición, igualmente la mochila del soldado que minutos atrás cazaba con precisión a sus blancos escogidos.
En su casa, Addul Al Nasal como se llamaba el joven combatiente estaba orgulloso por esa victoria militar infringida al Ejército más poderoso del planeta, en sus manos su trofeo un rifle M1 Garand modificado.
El rifle lucía como nuevo, el chamuscado en la culata de nogal no se notaba después de un trabajo de limpieza y lija que duró horas. El mecanismo funcionaba bien, las caserinas, cinco en total, cargaban cinco balas cada una, dos miras telescópicas. También obtuvo doscientos proyectiles Hollow Point. Sacó su cuenta, con esto mataré a doscientos enemigos,”un disparo, una baja”.
Addul tenía una experiencia en combate por tres años consecutivos, manejaba armas de diferentes categorías y sobre todo tenia un don en acertar a lo que le disparaba.
Eran las 11 de la mañana de un día caluroso, estaba en el primer piso de un edificio semidestruido, la parte de atrás comunicaba con unos laberintos de callejones.
Como a doscientos metros de su escondite, en una intersección de calles, apareció el primer Hummer de un convoy Norteamericano, se detuvo, en el techo del mismo un soldado con una ametralladora pesada.
Addul apuntó, en la cruz de la mira telescópica ubicó la cara del soldado, lentamente su índice hizo presión sobre el gatillo, Bang, el rifle escupió una bala que se desplazó a 500mts por seg. El proyectil penetró por la garganta del soldado matándolo al instante, Addul movió el cerrojo, otra bala entró en la recámara, apuntó de nuevo, esta vez al chofer que no se había dado cuenta de lo que pasaba. Bang, el proyectil se alojó en el pómulo izquierdo.
Se arrastró por el piso y salto por la parte de atrás, cuando cayó al piso los disparos del enemigo despedazaban el sitio de donde disparó.
Habían pasado ocho meses desde el primer disparo, las fuerzas de ocupación le habían puesto un apodo “Juba” y ofrecían un millón de dólares al que lo delatara.
Juba como se llamaba ahora, trabajaba solo, solamente el comando de la jefatura de la resistencia sabia quien era el, y cuando daba un golpe ellos le daban cobertura y distraían al enemigo.
Juba tenía en su haber 27 soldados muertos y 2 heridos graves, pero no había tenido la oportunidad de abatir un alto oficial.
Le llegó la información que esperaba, un general visitaría a un miembro del gobierno cipayo, el cual tenia una hija que coqueteaba con el oficial.
Juba se metió en una zanja, estaba camuflajeado, eran las tres de la madrugada, la espera se hizo eterna, no se movió para nada, orinaba cuando le daban ganas, estaba a trescientos metros de la casa donde supuestamente estaría el General. Los transeúntes caminaban a escasos metros donde el había anidado y no se percataban de su existencia.
Eran las 9 de la noche, y por fin apareció el convoy militar, la luz era escasa, contaba con un pequeño farol que iluminaba pobremente la entrada de la casa, varios soldados rodearon el perímetro, De la casa salió el ministro de propaganda del régimen impuesto por los americanos. El General se bajó de uno de los vehículos y caminó hacia la casa. Pensaba que ese seria mi último blanco, sudaba profusamente pero estaba en calma, todo por mi País y sabía que Alá me recibiría como un mártir.
Apunté siguiendo a mi blanco entre las sombras hasta que llegó a la puerta, cuando le dio la mano para saludar al ministro disparé, la bala lo penetró por la espalda reventándole el pulmón y corazón, sus piernas se arquearon cayendo a los pies del anfitrión, El Ministro con cara de asombro se veía el traje blanco bañado en sangre, quedo paralizado. Cargué el arma, disparé por segunda vez, el proyectil le arrancó el occipital al funcionario cayendo sobre el general.
Toda los soldados de la escolta estaba en el suelo buscando la dirección de donde provenían los disparos, en el segundo disparo me ubicaron, cuando empezaron a dispararme, una lluvia de morteros cayó cerca ellos, aproveché la confusión y la oscuridad para huir, no sin antes recibir un disparo en el costado derecho con entrada y salida y otro en el brazo izquierdo.
En el comando de las fuerzas de ocupación estaba reunido todo el alto militar.
El General a cargo tomó la palabra, esta situación del francotirador “Juba” tiene que ser resuelto de inmediato, debe ser eliminado.
Tenemos una unidad especial de franco-tiradores para cazar a ese perro, lo quiero muerto, así pues montémosles una trampa.
Esta historia continuara.
Alfredo Correa
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