Soñaba con una patria de iguales, donde la justicia social fuera la protagonista de nuestra vida cotidiana, papagayos jugueteaban en el cielo y los hijos de Colombia reían con su pancita llena; ¡BANG, BANG!, Me desperté por las explosiones, ¡BANG, BANG, BANG!, Mi pie derecho fue arrancado de cuajo y todavía vivo con un dolor tremendo, una esquirla de metal de uno de los misiles me golpeó la sien derecha.
Sorpresivamente me despegué de mi cuerpo, era otro yo con un nuevo cuerpo intacto, etéreo, el dolor desapareció elevándome como unos siete metros arriba de mi perjudicada humanidad, podía ver como los misiles impactaban el campamento destruyendo todo, mis compañeras y compañeros morían en medio del pánico y terror, los gritos de la muerte de los heridos, el polvo, humo y los árboles caídos formaban un amasijo que se convertía en una letanía ‘Polvo eres y en polvo te convertirás’.
Los sentimientos y el tiempo habían desaparecido, a mi lado estaban todas y todos mis compañeros de lucha muertos en combate, fusilados, asesinados por sicarios, en las cámaras de tortura, por la miseria y el hambre.
Nuestro mártir y líder Jorge Eliécer Gaitán estaba también con nosotros, sus rostros no reflejaban cicatrices de odio ni venganza, la dualidad no existía, ni la exclusión, ni el hambre, ni el llanto de las madres por sus hijos asesinados por los acumuladores de riquezas ‘Murieron por la Patria’, pensé.
Los helicópteros aparecieron como zamuros para participar en el festín, disparando cohetes y metralla abatían a los pocos que quedaban vivos.
Sentí que un torbellino en espiral me chupaba hacia un túnel luminoso, pero me resistía, quería ver lo que pasaba con mis camaradas, ¡Dios!, si existes déjame un rato más con mi familia, con mis iguales, con los que sufren.
Mata a ese ‘hijo ‘e puta’ gritaba un sargento del ejercito Colombiano, la orden no se hizo esperar, la ráfaga de ametralladora destrozaba el indefenso cuerpo del combatiente herido.
Todos los gemidos de los que quedaron con una precaria vida fueron callando, eran rematados con saña y ventaja.
Vi a los estudiantes Mexicanos desmembrados, habían llegado al campamento horas antes de la masacre orquestada por los halcones de la casa blanca.
Una estudiante herida era amenazada con ser violada y asesinada.
Mi cadáver era llevado como un trofeo de caza en medio de una macabra algarabía.
El banquete para Uribe, Santos y el imperio estaba servido.
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