EL CAMINO TORCIDO

PORTAL AL MUNDO DE LOS SUEÑOS

jueves, 28 de diciembre de 2006

“Los rabos de paja de un capo de los medios privados”



Sr.Alberto lo llaman por teléfono pero no quiere dar su nombre, dice que es un amigo de cuando usted trabajaba en la OCI. ¿Quién será? Se preguntó.
Pásamelo le dijo a la secretaria. Aló, hola Alberto espero que reconozcas mi voz, ¿Quién es? Hasta mi voz se te olvido Ravelito. Si no me dices quien es tranco, no creo que quieras hacer eso. Ah ya sé quien eres ¿para que coño me llamas?. Para negociar cierta información que te concierne, que te puede destruir, la tengo en mis manos.
¿De que se trata?. Bueno, ahora sí estas interesado, lo que son las cosas, cuando me botaste no quisiste atenderme, ahora sí. Yo no tuve nada que ver con tú despido, fue recorte de personal. No fue ningún recorte, después que hice tus tareas sucias me botaste como un perro, ahora yo te tengo y el perro vas a ser tú, vas a comer de mi mano. No te pongas así, tú sabes que yo soy tú amigo, que te aprecio.
Dime donde nos podemos ver y arreglar este malentendido.Cállate y escucha.......Tengo en mis manos todas las pruebas de las 6 concesiones para televisión y las de radio que te reservaste para tí cuando eras un capo del Gobierno. También grabaciones y documentos con tus testaferros ¿te suena “Fantástico”, Video Móvil, Televen, Globovisión . Amigo no digas más nada ¿Cuáles son tus condiciones?.

Mis condiciones son sencillas, solo se necesitan bolas y hombría. Vas a renunciar a tú trabajo en Globovision, vas hacer un programa de despedida donde reconocerás que eres un cipayo del imperio, que eres un tarifado y que sirves a los más oscuros intereses, Que eres uno de los responsables del golpe y de los muertos que hubo, vas a devolver a la nación todo el dinero y los intereses que tienes en dólares, te vas a ir para Miami o adonde tú quieras y por supuesto más nunca te quiero oír. En pocas palabras desaparece.

Alberto pegó un brinco descomunal, tenía la camisa desgarrada y lloraba copiosamente, su pesadilla se repetía una y otra vez.

Cuando su secretaría entró a la oficina, estaba en el piso, acurrucado detrás del sofá de cuero, hablando solo, sollozando justificaciones.

El mal se había enraizado en su corazón.

Alfredo Correa

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